A menudo, cuando nos hacemos conscientes de un drama social o medioambiental, no tiene por que ser una gran tragedia, solemos tener una cierta tendencia a crisparnos, a ver que nadie hace nada. Se nos pasan por la cabeza cientos de soluciones mejores que las que se están aplicando. Entre nosotros hay personas que deciden hacer algo para solucionar las cosas, presentándose allí donde lo consideran necesario para ayudar en lo que sea y como sea a la solución del problema. Así aparece la figura del voluntario.
El voluntario, de manera noble y desinteresada complementa el papel del gobierno y los organismos oficiales en muchas áreas sin esperar nada a cambio, aportando su granito de arena en la mejora de nuestra sociedad o en la solución de un desastre medioambiental concreto. Les mueve ese sentimiento de estar ayudando a crear un mundo mejor y dejárselo a las generaciones futuras. Algunos ejemplos de la fuerza que tiene el voluntariado han sido la marea blanca que invadió las costas gallegas tras el desastre del Prestige, voluntarios que aparecen cuando ocurren incendios, o más de manera constante todas aquellas personas que trabajan de manera altruista en Cáritas, Cruz Roja u otras ONGs que trabajan por hacer nuestro mundo un poco mejor cada día.
La presencia del voluntariado en nuestra sociedad es de gran importancia. Sin embargo, es necesaria una formación adecuada de aquellas personas que pretenden aportar su ayuda, tanto para sacar el máximo partido de su esfuerzo como para no poner en peligro su seguridad y la del resto de personas que trabajan junto a él. Durante unas jornadas celebradas en Madrid el 5 y 6 de octubre de 2015, sobre la protección de nuestras costas se hacía hincapié en la formación y acreditación de los voluntarios como herramienta imprescindible para abordar con seguridad y eficacia tareas de vigilancia y limpieza de la costa afectada y desaconsejaba la participación espontánea de voluntarios por motivos de seguridad, logística y efectividad de la respuesta. Utilizando como ejemplo el la gestión del vertido del Oleg Naydenov en las costas de Gran Canaria se constató que el voluntariado convenido con las administraciones funcionó, en general, perfectamente coordinado y llevó a cabo una labor muy eficaz integrándose en el operativo destinado para dar respuesta a la emergencia. Sin embargo, pese a que todas las administraciones trabajaron conjuntamente para intentar coordinar e integrar al voluntariado espontáneo, finalmente no se llegó a lograr del todo habiéndose detectado algunos inconvenientes derivados de la participación del mismo en las labores de limpieza, como por ejemplo el mal uso de los equipos de protección individual, difusión de información no contrastada, ayudados por la rápida difusión que permiten las nuevas tecnologías o formas de trabajar inadecuadas.
Este es solo un ejemplo, en el que se puede ver la importancia de la formación a la hora de realizar trabajos como voluntario. Una de las mejores formas de formarse como voluntario es integrándose en las distintas asociaciones u ONGs que realizan ese tipo de trabajos, recibiendo la formación directamente. Un buen punto de partida para todos está en la página del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente donde hay una selección de iniciativas de voluntariado ambiental promovidas por las Comunidades Autónomas y por el Estado Español.