Ya desde que el ser humano, en la prehistoria, comenzó su tránsito desde África hacia otras localizaciones del planeta, se caracterizó por su capacidad de modificar el entorno al transportar especies que le resultaban útiles de una localización a otra. Esta actividad se incrementó notablemente desde que nos hicimos una especie sedentaria y comenzamos la agricultura y la domesticación de los animales. Estas especies se utilizaron para la agricultura, la pesca, la silvicultura así como para fines ornamentales y recreativos.
Desde esos remotos tiempos de nuestra historia como humanos hasta la actualidad, hemos demostrado ser la especie con mayor capacidad de modificación del medio natural, pero por desgracia, no ha sido para bien, sino todo lo contrario. El tránsito de estas especies, la introducción de especies exóticas, ha sido una constante en nuestro “progreso” durante milenios. No sólo en el Neolítico y eras posteriores, sino en épocas lejanas más actuales, como la conquista humana de las remotas islas del Pacífico, los polos e incluso los desiertos. Posteriormente, el desarrollo del transporte y el comercio en el mundo, especialmente después de la revolución industrial, nos brindó acceso ilimitado a la diversidad biológica, potenciando los beneficios que de ella pueden obtenerse pero también multiplicando los efectos negativos que supone la introducción de especies invasoras.
En este convulso siglo XX que estamos viviendo, hemos conseguido que la introducción de especies invasoras exóticas sea reconocida como una de las más graves amenazas a todos los ecosistemas, nuestra salud y seguridad, amenazando también a nuestra sociedad y economía, sólo superada por la hecatombe climática en la que nos hemos sumido voluntariamente.
Prácticamente todos los países deben enfrentar problemas causados por las especies invasoras. Es urgente encontrar soluciones, porque los peligros son cada vez mayores. Los impactos producidos por la introducción, voluntaria o involuntaria, de especies invasoras está siendo estudiada en profundidad por la comunidad científica internacional, ecologistas y economistas.
El impacto de las actividades humanas se extiende y abarca todos los ámbitos de nuestro Planeta. Un gran número de actividades causa prejuicios a los ecosistemas naturales o sometidos a manejo, de los que dependemos totalmente. La mayoría de los problemas ambientales son complejos e involucran múltiples factores, muchos de los cuales involucran a varios países.
Un problema fundamental al que se enfrentan la comunidad científica y otros expertos relacionados es que resulta extremadamente difícil predecir de forma precisa que especies exóticas tendrán efectos benignos y cuáles se convertirán en invasoras en el nuevo hábitat. Algunos ecosistemas, geográfica o evolutivamente asilados, como las islas oceánicas, ciertas montañas y lagos y la Antártida, suelen estar caracterizados por altos niveles de endemismos y diversidad biológica. Estas especies son especialmente vulnerables ante competidores, depredadores, agentes patógenos y parásitos provenientes de otras zonas.
En el otro extremo del espectro, las zonas sometidas a deterioro ecológico y presión antropológica también están en grave peligro. Cabe mencionar las zonas urbanas industriales, puertos, lagunas, estuarios, márgenes de ríos, donde los efectos de las alteraciones naturales o provocadas por los seres humanos suelen estar ligadas entre sí.
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